Textos

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Letter to Z.

Tal vez ni siquiera todas las palabras existentes o extintas podrían llegar a definir o describir lo que en mi corazón y alma siento por ti. Ni siquiera inventando palabras nuevas podría llegar a expresarlo con la suficiente fuerza como para que lo entiendas. Para que lo entiendas o lo veas, no pretendo la primera. Cada día que pasa es un revuelo de demonios en mi interior que luchan por saber si sigues ahí, conmigo. Y claro que si, claro que estás conmigo porque decidí que así fuera. Decidí llevarte para siempre en mí, igual que tú, de algún modo, me llevabas a mí contigo. Porque a veces aunque dos almas estén destinadas, no podrán encontrarse por más que el destino quiera. Me gusta pensar que no estoy a tu lado porque el destino no ha podido hacerlo. Es caprichoso y juguetón, y por eso va a esperar hasta nuestra última vida, cuando nuestras almas y esencias estén más que podridas, muertas y marchitas, cuando decidirá juntarnos. Cuando nuestras almas estén llegando a su último suspiro, a su último aliento... Será entonces cuando nos reunamos.

Me duele a veces pensar en que te necesito, en que no puedo abrazarte, tocarte, besarte o simplemente mirarte. Pero tengo otras maneras de mirarte, y otras maneras de acariciarte. Cuando mis dedos se pasean por el cuadro o por el dibujo, siento que es tu piel y que tú estás ahí. Mirándome. Sonriéndome. Porque tú no podías amar, y yo tampoco. Pero al fin y al cabo, no es muy complicado confundir el destino con amor. Al fin y al cabo, no somos tan distintos.

Mientras el oleaje hace su hermoso baile sobre las rocas, rompiéndose en miles de gotas que vuelven a formar parte del océano en cuando caen, yo pudo observar nuestro destino más allá, más allá del horizonte, cuando no puedes ver nada más que el mar azul reflejado del cielo. Puedo sentir ese fino hilo rojo que me une a ti, que cada vez estira más y más, y algún día en vez de arrancarme el dedo, me arrancará el alma. Porque siento que a cada día que pasa tú vas envejeciendo y yo voy demasiado atrasada. Porque sé que cuando te vayas, lo sabré. Sólo he de esperar a que una parte de mí muera sin razón alguna, será entonces cuando nada valga la pena. O lo valga todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario