Textos

domingo, 13 de enero de 2019

Cuando miras a tus ojos

Cuando miras a tus propios ojos a través del espejo, cuando los observas durante un largo instante y consigues ver más allá.

Intentas identificar en tu propia mirada los extraños sentimientos y emociones que afloran en tu mente y tu corazón, o simplemente el vacío que dejó el haberos perdidos. 

No sabes qué va a ser de ti, aunque lo cierto es que tampoco importa. Miras por la ventana, todos es demasiado simple y complejo a la vez. como si absolutamente nada tuviera sentido pero a la vez todo lo tuviese. 

Coges una gran bocanada de aire, dejándolo en tu interior unos segundos para después soltarla con tranquilidad y parsimonia. Tu vida es difícil, o eso crees. En realidad, a veces no te sientes con derecho a quejarte. Hay quien lo pasa peor, dicen... Sí.

Cierras los ojos, y esas palabras que te decía se te repiten una y otra vez en tu cabeza como si fuese real, como si volvieses a vivir aquél momento una y otra vez. Como un infierno.

Se te escapa una pequeña lágrima pero tampoco puedes hacer nada, no puedes evitarlo. La nostalgia es algo de lo que jamás podrás deshacerte. Pues siempre te acompañará. Como si del hilo rojo del destino se tratase. 

Intentas seguir adelante, ser fuerte y ponerte metas. A veces es casi imposible seguir en pie, notas como si te estirasen con una cuerda hacia abajo, como si algo te apretase más y más cada vez. No puedes soltarte.

Esa angustia, ese dolor, sientes una presión en el pecho inimaginable, una presión que nunca antes podrías haberte imaginado. Pero es real, pues ahora mismo la sientes con mucha fuerza en tu pecho como si te estuviera ahogando.

Pero abres los ojos, vuelves a dirigir tu mirada hacia el espejo. Te tocas la cara, el pelo, la nariz, los labios... Y recuerdas ese beso. Ese beso que jamás podrá volver a repetirse. Porque se ha ido, porque jamás va a volver, ni le volverás a ver. Ni en este, ni en el otro mundo. Y tal vez, sólo tal vez, en algún momento el destino pueda juntaros. O no.


El capricho de la desesperanza, el capricho del amar. El capricho de la soledad por engullir a todos a su paso. Como si de un enorme tsunami se tratase. 

Observas tus ojos de nuevo, son distintos. Ahora, sólo albergan un enorme y gran vacío. Porque cuando miras a tus ojos y los analizas a fondo, puedes ver tu alma. 

jueves, 15 de noviembre de 2018

Sensual

Mirándote a los ojos, con atención, puedo ver el miedo, el dolor... Puedo ver la desesperación, mientras intentas gritar. Y no puedes. Por mucho que lo intentes, por mucho que pruebes, algo lo impide. Algo te prohíbe gritar pidiendo ayuda. Notas en tu boca como su unas garras te la estuvieran taponando. Y duele, y sangras. De tus ojos nacen varias lágrimas que van rodando hasta tu barbilla... ahí llegarían de no ser por esas garras, por esas largas y toscas uñas. Negras, como la noche, como su alma. Tus piernas sangran ante varias puñaladas, punzadas, arañazos...quién sabe. No sabes qué haces ahí, no tienes ni idea. Miras a todos lados como puedes; Nada. Cierras los ojos deseando que sea una pesadilla, una pesadilla tan real que te duele hasta el alma.

Abres los ojos, no hay nada, todo es oscuridad. Silencio. Sólo puedes oír tu respiración acelerada, desesperada, asustada... Abres la boca, quieres gritar, gritar con todas tus fuerzas y hasta tu último aliento por ayuda, pero no sale nada. Ni un simple sonido. Nada. Te empiezas a poner nervioso, miras hacia abajo, tus piernas ya no sangran, no tienes nada. No te duele. Vuelves a mirar a tu alrededor, de repente hay luz. Una tenue luz que proviene del fondo de la sala, ves una pared. El fuego flotante se empieza a mover. Tú sólo puedes revolverte en la silla, notando como esas cuerdas que te ataban las manos te aprietan más y más a cada segundo que pasa. Te duelen las muñecas. No sabes qué está pasando. La bola de fuego comienza a aproximarse a ti. Gritas, o lo intentas. Nada. Vuelves a cerrar los ojos, con fuerza.

Tus ojos vuelven a abrirse, estás tumbado. En algún momento, tu cuerpo ha aparecido tumbado en una extraña camilla. Tu cuerpo, en forma de cruz, no puede moverse. Intentas mirar tus manos, atadas con correas. No puedes siquiera llegar a mirarte las piernas, pero no las sientes. Comienzas a asustarte, y gritas. Esta vez alguien te ha oído, parece. De nuevo todo vuelve a tornarse oscuro, de la nada. Tu respiración vuelve a acelerarse, a la vez unos pasos se aproximan. Parece que lleve zapatos de tacón. ¿Es posible? No lo sabes, pues no eres capaz de oír nada más que tu respiración y esos pasos. Cada vez suenan más cerca. Se paran. Vuelves a cerrar los ojos, con mucha más fuerza. Pero al abrirlos, todo igual. todo igual, excepto por la persona que te ha llevado ahí, o eso parece. Todo indica a ello. De nuevo, una tenue luz vuelve a iluminar la que ahora es una sala diminuta, con una sola puerta, sin ventanas; parece un sótano. Alcanzas a ver la puerta metálica, detrás de esa persona hay unas escaleras. Cierras los ojos, de nuevo, mientras en tu cabeza sólo puede repetirse un "por favor, no" constante.

Nuevas lágrimas vuelven a nacer de tus ojos, que resbalan por los costados. Esta vez hay algo más extraño, una sonrisa. En toda la oscuridad sólo alumbrada con el fuego puede verse perfectamente -casi- a esa persona. Es una mujer, parece. No lo sabes, pues sólo ves un rostro negro con un cabello muy largo, y en lo que parece la altura de su cabeza, una sonrisa. Una sonrisa que helaría el alma del más valiente caballero. Esa sonrisa que te persigue en tus peores pesadillas. Esa sonrisa que es el mismísimo reflejo del mal, de una mente perturbada...

Abres la boca queriendo gritar con absolutamente todas tus fuerzas, más que antes, con una fuerza sobrehumana. Pero no sale nada, tu garganta se resiente, le ha dolido. Pero tú no has producido sonido alguno. Tiemblas, tiemblas como si tu cuerpo estuviera desnudo en el Polo Norte o el Polo Sur, cualquiera. El lugar más frío de la tierra no te haría temblar ni la mitad de lo que lo haces ahora. Y eso le gusta. La desesperación de tus ojos.... Gritas, esta vez has podido. Y a esa mujer le ha gustado. Le ha gustado tanto que, de nuevo, te ha clavado ese afilado, grande y largo cuchillo. Vuelves a gritar. Suplicas, suplicas para que pare. Pero la única respuesta es una risa. Una risa macabra.

Han pasado más de doce horas, o eso crees, esa es tu sensación. Tu cuerpo está blanco, desnutrido. Tu lengua seca, tu estómago rugiendo. Tu mente pidiendo que pare, tú pidiendo que pare. Tu cuerpo está lleno de heridas y quemaduras. No puedes aguantar más. Es demasiado. La puerta vuelve a abrirse, y esta vez sin ninguna pausa o preparación, se te ha puesto encima. Sus piernas están a ambos lados, sentada sobre tu cintura. En su mano puedes ver otro cuchillo, más negro, más afilado, más nuevo. Como si lo hubiese comprado expresamente para eso. Es entonces cuando, de la nada, comienza a apuñalarte, sin pausa, sin descanso. Tu estómago ya no siente el dolor. Tus ojos se están yendo, tu aliento se te va. Para. Llevando su cuchillo a la boca, lamiendo la sangre que de él se resbala hacia abajo. Suelta un orgasmo. ¿Es posible?

Tus labios se han juntado con los suyos, pero ella manda. Ella controla. Se separa, pero sigue estando a milímetros de tu cara. Puedes ver sus ojos, una mirada vacía y carente de todo sentimiento o emoción. Sólo maldad. Sabes que ya no vas a salir de ahí. Tus manos siguen atadas por más que intentas moverlas, tus piernas siguen totalmente clavadas en la camilla, tu respiración es más agitada que nunca, tu corazón jamás había ido tan rápido. Ni siquiera cuando le pediste matrimonio al amor de tu vida. Ni cuando tuviste tu primer hijo, ni cuando su primera palabra fue "papá", ni cuando estaban a punto de echar a alguien y a ascender a otro, ni cuando esperabas en la consulta del hospital a que te confirmasen si tu amor iba a morir o no... Le gusta. Le gusta que sufras y la desesperación.

No sabes en qué momento ha comenzado a apuñalarte de nuevo, una y otra vez, pero sus orgasmos son más seguidos. Sus gemidos, más bien. ¿Por qué? ¿Por qué tú? No hay respuesta, supongo. A veces estamos en el lugar equivocado en el momento equivocado. Tu alma está a punto de salir de tu cuerpo, tu último aliento está a punto de llegar, tu mirada, nublada, borrosa, no puedes concentrarte en nada. Vuelves a notar una respiración en tu boca, esta vez ha decidido pasear su lengua por tu cara, siguiendo el recorrido de las lágrimas. Pero no se separa, se queda ahí. Respirando en tu barbilla. Pasea la lengua por tu cuello. Se acabó. Vuelve a besarte, pero esta vez el beso viene acompañado de una sensación dolorosa y afilada en el cuello, donde vuelve a pasearse aprovechando la sangre saliente. Tus ojos se van cerrando, dejas de oír nada, dejas de sentir, todo se va. Tu vida, se ha ido. Pero, para ella, la diversión acaba de empezar...

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Letter to Z.

Tal vez ni siquiera todas las palabras existentes o extintas podrían llegar a definir o describir lo que en mi corazón y alma siento por ti. Ni siquiera inventando palabras nuevas podría llegar a expresarlo con la suficiente fuerza como para que lo entiendas. Para que lo entiendas o lo veas, no pretendo la primera. Cada día que pasa es un revuelo de demonios en mi interior que luchan por saber si sigues ahí, conmigo. Y claro que si, claro que estás conmigo porque decidí que así fuera. Decidí llevarte para siempre en mí, igual que tú, de algún modo, me llevabas a mí contigo. Porque a veces aunque dos almas estén destinadas, no podrán encontrarse por más que el destino quiera. Me gusta pensar que no estoy a tu lado porque el destino no ha podido hacerlo. Es caprichoso y juguetón, y por eso va a esperar hasta nuestra última vida, cuando nuestras almas y esencias estén más que podridas, muertas y marchitas, cuando decidirá juntarnos. Cuando nuestras almas estén llegando a su último suspiro, a su último aliento... Será entonces cuando nos reunamos.

Me duele a veces pensar en que te necesito, en que no puedo abrazarte, tocarte, besarte o simplemente mirarte. Pero tengo otras maneras de mirarte, y otras maneras de acariciarte. Cuando mis dedos se pasean por el cuadro o por el dibujo, siento que es tu piel y que tú estás ahí. Mirándome. Sonriéndome. Porque tú no podías amar, y yo tampoco. Pero al fin y al cabo, no es muy complicado confundir el destino con amor. Al fin y al cabo, no somos tan distintos.

Mientras el oleaje hace su hermoso baile sobre las rocas, rompiéndose en miles de gotas que vuelven a formar parte del océano en cuando caen, yo pudo observar nuestro destino más allá, más allá del horizonte, cuando no puedes ver nada más que el mar azul reflejado del cielo. Puedo sentir ese fino hilo rojo que me une a ti, que cada vez estira más y más, y algún día en vez de arrancarme el dedo, me arrancará el alma. Porque siento que a cada día que pasa tú vas envejeciendo y yo voy demasiado atrasada. Porque sé que cuando te vayas, lo sabré. Sólo he de esperar a que una parte de mí muera sin razón alguna, será entonces cuando nada valga la pena. O lo valga todo.

domingo, 15 de enero de 2017

Falsa realidad

Cada día que pasa esta confusión va más allá. Todo es tan confuso que a veces hasta dudo de que yo sea real, de que algo lo sea.

Es como si cogieran mi alma y la distanciasen a otro universo y mi cuerpo se quedase ahí con mi consciencia. Lo veo, pero no puedo modificarlo.

La realidad se siente extraña, como si en verdad no fuese la verdadera realidad. Es como si de repente viviese en un mundo ficticio.

Como si me cogiesen con las puntas de los dedos y me transportasen a otra dimensión distinta, donde mi yo ha muerto y me necesitan para reemplazarlo.

Todo se ve raro, diferente. No me noto yo. No soy yo. Es mi cuerpo, mi ropa, mis pensamientos, pero no es el mismo entorno, el mismo lugar.

Como si cambiasen el canal de la televisión y el monigote se quedase siempre ahí. El fondo va cambiando, pero la persona no.

Todo se ve falso, se nota falso. Incluso mis amigos, mis padres, la gente de la calle, se ve falsa. Como si no existieran y fueran todo producto de mi mente.

A veces, parece que se han puesto todos en mi contra, y han hecho algo. Algo para que no me sienta real. O simplemente yo lo quiero ver así.

No estoy segura de nada, es todo tan confuso que es como si fuese a explotar y todos mis restos se esparciesen por todos los universos paralelos y otras dimensiones.

Y quizá es que me estoy volviendo loca, quizá es cosa de los aliens, o quizá es simplemente una paranoia como muchas otras.

No sé, ¿será todo real? ¿Existiré? ¿Vosotros existís? ¿Realmente veo lo que es real o sólo veo lo que mi mente quiere?

miércoles, 4 de enero de 2017

Nada

Nada.
No hay nada.
Absolutamente nada.

Ni un solo sentimiento,
ni un poco de amor,
ni un poco de odio.

Tampoco nada de cariño,
ni de empatía.
Nada de remordimientos.

Un vacío tan gigantesco,
una oscuridad tan enorme,
unidas en una sola. Formando yo.

Forma maldad,
y algo de crueldad.
Sin piedad.

No hay nada más en su cabeza,
nada excepto una cosa.
Cosa de las que muchos se arrepienten,
y otros disfrutan.

El placer de ver su luz fundirse,
el deseo de verlos sangrar,
la satisfacción del poder,
de la incontrolable ira.

No es un error,
es solo diversión.

Algo atroz,
aterrador, quizá.

Nada fácil,
pero nada difícil.

Mil escenas horribles, desastrosas,
hay miles en mi mente, miles.

No me asustan, deberían, pero no lo hacen.
Se disfrutan, como vivir una película.

Pero, ¿quiénes somos nosotros,
para... llegar a juzgar a los demás?

¡NADIE! ¿Entiendes?
Nadie somos. Nadie sois.

Como la realidad.
¿Qué es? Nada.

Nada es la realidad.
La realidad es nada.

martes, 27 de diciembre de 2016

Vacío y oscuridad

Cuando antes eras capaz de sentir la tristeza, la rabia, el odio, el amor... Y ya no sientes nada, es extraño. Es como si tu alma se hubiera muerto. Como si ahora sólo el cuerpo estuviese vivo. No eres capaz de sentir nada. Lo intentas, pero no puedes.

Lo que antes te hacía llorar, ahora te es indiferente. Te aburre. Nada te emociona, ya nada es lo mismo. Todo ha cambiado. Quieres hacer algo al respecto, pero nada sirve.

Cuando la oscuridad y el vacío se adueñan de ti, de tu vida. Ya nada es lo mismo. Solo hay oscuridad.

Lo que antes era puro y bueno, ahora está muerto y marchito. Toda la posible bondad que podía tener se ha convertido en maldad y crueldad.

Si antes imaginabas cosas normales, como por ejemplo tener pareja, tener otra vida, ... ahora lo normal es imaginar que los matas a todos. De diferentes formas.

Ya no hay luz. Voy a ciegas por mi mente, no hay ni una sola pizca de luz que ilumine el camino por ésta. Solo oscuridad. No hay nada más.

Cuando todos tus sentimientos desaparecen, ya te da igual a quien haces daño. Es más, deseas hacerlo. No sientes arrepentimiento ni remordimientos, no sientes nada.

Al principio es duro, no te sientes real, no te sientes tú. No sabes quién eres, estás confundido, muy confundido. Hasta que dejas que todo pase.

Reconoces que tu alma ha muerto. Y ya no hay vuelta atrás.




                   [15/12/2016] Erin.

Te fuiste

Cuando te dije que te quería estaba asustada,
estaba aterrada por si me rechazabas.

Eras perfecta,
eras un rayo de luz
que iluminaba una mente totalmente oscura.

Eras esa mano que intenta subirte de un punte,
 esa mano que te ayuda a levantarte cuando te has caído.

Eras lo más parecido a un chaleco salvavidas,
un pilar único e irrompible
que impedía que todas mis piezas de alma rota se desmoronasen.

Eras como un ángel venido del cielo,
dispuesto a quererme,
dispuesto a darlo todo por mí.

En el momento en el que me dijiste que era correspondida,
ese maldito momento,
todo se volvió luz.

Toda esa oscuridad que reinaba
se había convertido en una luz brillante
tan brillante que podía iluminar un mundo entero.

Todo era perfecto,
te quería
y tú me querías.

Hablábamos, nos conocíamos,
y cada día te quería más.

Pasaban los meses,
cada segundo que pasaba estaba aún más loca por ti.

Causabas en mi cabeza un gran caos,
pero de esos que te gustan,
porque los controlas
o te lo controlan.

Pero daba igual,
estando a tu lado me sentía fuerte,
con ganas de vivir,
sentía que si me caía, tú me levantarías.

Pero entonces, te fuiste.

Todos esos recuerdos,
esas frases,
conversaciones,
todo.

Todo se fue,
la luz desapareció.

Todo se volvió oscuro,
solitario.

Me sentía sola,
deseé morirme
tantas veces.

Ya no estabas a mi lado,
mi ángel se había ido.
Había volado.
Habías volado para ser feliz.

Y yo,
triste, rota y descolocada,
te vi marchar.

Te miré con los mejores ojos que pude,
y comprendí todo.
Comprendí que a mi lado,
tú jamás serías feliz.

¿Y sabes qué?
Lo acepté.

Te amaba, por eso,
a pesar del dolor,
te dejé ir.



                               Erin.