Textos

martes, 27 de diciembre de 2016

Te fuiste

Cuando te dije que te quería estaba asustada,
estaba aterrada por si me rechazabas.

Eras perfecta,
eras un rayo de luz
que iluminaba una mente totalmente oscura.

Eras esa mano que intenta subirte de un punte,
 esa mano que te ayuda a levantarte cuando te has caído.

Eras lo más parecido a un chaleco salvavidas,
un pilar único e irrompible
que impedía que todas mis piezas de alma rota se desmoronasen.

Eras como un ángel venido del cielo,
dispuesto a quererme,
dispuesto a darlo todo por mí.

En el momento en el que me dijiste que era correspondida,
ese maldito momento,
todo se volvió luz.

Toda esa oscuridad que reinaba
se había convertido en una luz brillante
tan brillante que podía iluminar un mundo entero.

Todo era perfecto,
te quería
y tú me querías.

Hablábamos, nos conocíamos,
y cada día te quería más.

Pasaban los meses,
cada segundo que pasaba estaba aún más loca por ti.

Causabas en mi cabeza un gran caos,
pero de esos que te gustan,
porque los controlas
o te lo controlan.

Pero daba igual,
estando a tu lado me sentía fuerte,
con ganas de vivir,
sentía que si me caía, tú me levantarías.

Pero entonces, te fuiste.

Todos esos recuerdos,
esas frases,
conversaciones,
todo.

Todo se fue,
la luz desapareció.

Todo se volvió oscuro,
solitario.

Me sentía sola,
deseé morirme
tantas veces.

Ya no estabas a mi lado,
mi ángel se había ido.
Había volado.
Habías volado para ser feliz.

Y yo,
triste, rota y descolocada,
te vi marchar.

Te miré con los mejores ojos que pude,
y comprendí todo.
Comprendí que a mi lado,
tú jamás serías feliz.

¿Y sabes qué?
Lo acepté.

Te amaba, por eso,
a pesar del dolor,
te dejé ir.



                               Erin.

No hay comentarios:

Publicar un comentario