Era un 30 de marzo, un día cualquiera para mucha gente, menos para los que cumplen años. Beky era una niña de 10 años, tímida, cariñosa y encantadora. Le gustaba mucho jugar con muñecas. Ese día, era su cumpleaños, muy ilusionada fue con su madre a comprarse más muñecas. Paseando, ninguna le llamaba la atención, muchas le gustaban, pero ninguna era su "destinada". Quería una muñeca que realmente fuera hecha para ella. Pasó por una tienda de vudú, cuando en el escaparate pudo ver a una pequeña muñequita con el pelo rubio. La niña sintió cosquillas en el estómago. Su madre después de dudar un poco, compró la muñeca, muy barata. Esa tarde, jugó con su muñeca sin soltarla. La niña a la hora de la cena, le dijo muy ilusionada a su madre que su muñeca se movía sola y hablaba. La madre, extrañada, decidió tirarla al contenedor de basura que había justo en frente de su casa. Esa noche, la niña estaba durmiendo tranquila cuando un ruido en la cocina la despertó. Se dirigió a las escaleras y pudo ver una sombra que se movía en la cocina, la niña pensando que era su madre se volvió a la cama. Más tarde, antes de que la niña se durmiera escuchó unas voces.
-Beky, estoy subiendo por las escaleras. -decía la voz como cantando.- Beky, tengo un cuchillo. -seguía canturreando la voz- Beky, estoy abriendo la puerta. -eso fue lo último que la niña escuchó.
A la mañana siguiente, el padre no encontró a nadie en casa. La puerta estaba abierta, la cocina llena de sangre. Asustado, corrió hacia la habitación de su niña, donde encontró los verdes ojos de su pequeña hija y en la pared escrito con sangre "La próxima vez no tiréis juguetes nuevos a la basura. Aunque... No habrá próxima vez." Jamás se encontraron los cuerpos de la madre y su hija.
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